Hna. Esperanza (Alejandra) Velásquez “…apóstol de gracia y salvación”(CCGG art. 69), mujer humilde y sencilla…hermana menor.
6 Settembre 2020L’Inventario dell’Archivio storico è stato pubblicato
12 Settembre 2020Hna Aurorita nació en 16 de junio de 1947 a Roldán, Santa Fe (RA). Ingresó al Instituto: 21 de febrero 1965. Primera Profesión: 20 de febrero de 1968. Votos Perpetuos: 23 de febrero de 1974
Vivió su pascua el 10 de Septiembre de 20.
El 10 de septiembre, muy temprano por la mañana, la noticia de la pascua de nuestra hermana Aurorita cayó en nuestros corazones como un rayo en el cielo tranquilo de aquel amanecer. Y desde la salida del sol hasta el ocaso, la noticia llegó a todas las fraternidades del Instituto, y a todos aquellos lugares y personas con las que ella había compartido un tramo de la vida.
Rápidamente las redes sociales replicaron, como un campanario, el dolor, la sorpresa, pero sobre todo la gratitud .Y no faltaron relatos, fotos y hasta videos que la recordaban.
Como María partió calladita y aprisa al encuentro de la VIDA.
¿Cómo honrar tu memoria con autenticidad y celebrar el tesoro de tu vida escondida en una vasija de barro?
La Hna. Aurorita era la última de siete hermanos. A los 3 años perdió su mamá. Su papá que era zapatero, quedando a cargo de 7 niños, accede al pedido de un matrimonio del lugar, que deseaba hacerse cargo de hacer crecer y educar a esta niña, ya que ellos no tenían hijos. Por eso ella siempre hablaba de sus dos familias: una de sangre y otra del corazón y a ambas amó entrañablemente, y siempre estuvo atenta a cualquier necesidad de cada uno de sus integrantes.
Cursó la escuela primaria en su pueblo natal y para continuar el secundario fue como alumna interna al colegio “Nuestra Señora de los Ángeles” de las hermanas Capuchinas de la ciudad de Rosario. Allí sintió el llamado de Jesús y como era su estilo, “de prisa” comenzó a seguirlo en esta familia de la Madre Rubatto.
Realizó su formación en la ciudad de Montevideo. Regresando a la Argentina terminó en el colegio de las Rosas el nivel secundario y luego en Rosario se graduó como profesora de nivel primario.
Aurorita se presentaba como una mujer firme, enérgica y de gran carácter, pero bastaba un gesto simplicísimo para que quedara al desnudo su corazón profundamente humano, comprensivo, tierno, lleno de compasión, de misericordia y de gran magnanimidad… por eso es muy cierto, que llevaba el gran tesoro de Jesús y del Evangelio en una vasija de barro, y cuando el barro se rompió pudimos ver con claridad el amor de Dios que la habitaba y ponía al servicio de todos.
Por eso en su “vasija de barro” encontramos a la Hna. Aurorita como educadora incansable pero por sobre todo como catequista, esa fue la gran pasión que ardía en su corazón y fiel al legado carismático: deseaba que todos conocieran y amaran a Jesús.
Y así la vemos recorrer varios colegio y ciudades: Las Rosas, Los Ángeles (en tres oportunidades), Córdoba (en dos momentos, uno como secretaria provincial) Viale-Entre Ríos, Buenos Aires (en dos ocasiones), Ecuador por 3 años donde realizó pastoral en el Santuario Mariano de Guayaquil. Y finalmente en Villa Gobernador Gálvez donde fue superiora de la fraternidad y de Betania. Desde allí trabajó, también en la Escuela de Misión de la Diócesis y formó parte de la CONFAR (Conferencia argentina de religiosos) en la ciudad de Rosario.
Cuando pasamos a ser Region, la hermana Aurorita fue nombrada Vicaria regional, misión que sólo realizó por dos años.
Como catequista amaba a los niños y los preparaba años tras año para recibir los sacramentos de la iniciación en todos los colegios por donde pasó. También en el colegio de Nuestra Señora de los Ángeles formó el IAR (infancia y adolescencia Rubattiana) y la comunidad laical de adultos llamada San Damián. Juntos hicieron dos peregrinaciones al Santuario de Montevideo.
Animó con entusiasmo los grupos laicales rubattianos que había constituido la Hna. Irene Alanda en: Sastre, María Juana y San Martín de las Escobas, visitándolos con la asiduidad que le fue posible.
Amó mucho a la Iglesia, a sus pastores, sacerdotes, la vida consagrada, los laicos y sobre todo a su querido Instituto. No había sacrificio que no hiciera por el bien de sus hermanas y de la Iglesia local en la cual estaba inserta. Participaba con gusto en las Asambleas y reuniones fraternas, también en los retiros espirituales. Vivió como una gracia muy grande, cuando para la celebración de los 125 años de la llegada de la Madre a América, pudo colaborar en la preparación del Santuario, pero más aún, cuando ingresó a la Catedral delante de la urna de la Madre llevando el bouquet de flores, preparado por ella misma.
Muy amante de la Eucaristía, manifestaba su amor por Jesús Sacramentado, especialmente en la delicadeza y dedicación con las cuales preparaba los arreglos florales, los ornamentos litúrgicos, y la mesa del altar. Fueron estos gestos los que le permitían expresar su amor por el Amor y disfrutar de Su compañía.
La Virgen y San José fueron sus dos devociones favoritas así como también la atraía fuertemente la espiritualidad franciscana-capuchina y encontraba la profunda conexión con el carisma Rubattiano.
De parte del Instituto tuvo el “gran regalo” de ir a estudiar espiritualidad franciscana en el Antoniano de Roma y conocer los distintos lugares marcados por la presencia del Santo. Estos años fueron muy especiales en y para su vida. Lo vivió con alegría, entusiasmo y nunca perdió, aun estudiando, el servicio a las hermanas de la casa General.
En su “vasija de barro”, también guardaba la capacidad de pedir y recibir perdón realizando gestos de reconciliación…no guardaba rencores. Ponía en acción su buen gusto por las cosas de la casa y embellecía los distintos lugares de la misma, para que fuese confortable la vida.
Mujer enérgica, fuerte y muy luchadora… todos estábamos convencidos que ella vencería al COVID, pero esta vez nos equivocamos porque, el divino alfarero quería regalarle un “vaso nuevo” y para eso tenía que ir a la Jerusalén celestial, donde “El hace nuevas todas las cosas, y allí, el amante alfarero la revistió de luz, de gloria, de paz, de ternura. La Madre Francisca, que la esperaba, ya la abrazó y con ella toda nuestras hermanas
Querida hermana, desde tu nueva “casa”, tu misión sea interceder por los anunciadores del Reino. Ruega por tus dos familias… ellos necesitan que los ayudes y los cuides.
Haciendo tuyas las palabras de la Madre Francisca, susúrranos al corazón: “me despedido… guarden todo lo bueno y bello que quise brindarles y las espero a todas en el cielo”
Nuestra comunión con todas/os sus familiares, rubattianas, colaboradoras y compañeras en los espacios de Iglesia que ella era miembro activo.¡¡¡¡¡ Alabanza y gratitud Aurorita nuestra!!!!!
Hna. Gladis Benítez
Superiora Regional